lunes, 26 de septiembre de 2011

El humilde pueblo que creía en la democracia

Esta es una breve historia que, gracias a mi profesora, decidí mandar a un concurso. La escribí hará como 6 o 7 meses, pero gracias a una gran persona me ha recordado el poder publicarlo en este blog. Espero que os guste.:

Nota: El texto está un poco descuadrado. Es porque es un copia-pega del documento "doc" donde estaba guardado. Cuando tenga tiempo lo corregiré.

El humilde pueblo que creía en la democracia

Érase una vez un pueblo, cuyo nombre no puedo recordar dada a su dificultad de pronunciar en su idioma natal, pero recuerdo que contenía el nombre de una niña del pueblo, Marina, nunca lo olvidaré.

  •          Buenos días Marina, dijo el alcalde. ¿Qué tal estás?
  •     Mal, Francisco, bastante mal, respondió Marina con lágrimas en los ojos.
Marina era una chica que nació y se crió en el pueblo. Tenía dieciocho años y había terminado por fin el bachiller, y salió por primera vez de su amado pueblo para poder empezar una carrera universitaria. Era una chica alta, morena y muy estudiosa. Se pasaba las tardes leyendo libros en inglés y estudiando, jamás veía la tele, ni salía a la calle. Ni siquiera leía el periódico nacional. No quería saber nada de fuera de su pueblo, porque para ella el pueblo lo era todo.

  •  ¿Qué te pasa?, preguntó el alcalde preocupado.
  •  He estado una semana fuera del pueblo, en la capital del país buscando residencia para cursar mis estudios universitarios, cuando me di cuenta que todo lo que hay fuera es diferente a lo que tenemos aquí. Por eso he decidido quedarme. Respondió, aun sollozando.
El pueblo de Marina tenía un régimen comunista, todo el mundo ganaba lo mismo, todas las leyes se votaban en una asamblea en la que podía acceder quien quisiera. No había nada que no se hiciera si el pueblo no quería. Tenían pistas deportivas gratuitas, televisión en donde cualquiera podía participar libremente, un periódico en donde decía lo que el escritor quería sin miedo a las consecuencias… En fin, una utopía difícil de creer si eres de fuera del pueblo.

  •   Siento oír eso. Vente a la asamblea. Hoy tenemos una votación muy importante. Quizás así te animes.- Le sugirió el alcalde. Ella aceptó la proposición.
Era una sala gigante, y allí se encontraba la mayoría del pueblo, unas diez mil personas. Al final de la sala había una especie de escenario, solo con un micrófono y una mesa. Hacia allí partieron Francisco y Marina. En la entrada de ésta había un cartel dando el orden del día, que decía así: Hoy votación sobre el cierre de la discoteca municipal. Invitado: Don Manuel Fernández de la Vega (Autor del último disco de oro).
En el auditorio se oía un tremendo alboroto causado por la sorpresa de la gente al leer la orden del día. No se explicaba el por qué cerrar su amada discoteca, frecuentada por todos los ciudadanos.

  •   Buenas tardes a todos. Dijo el alcalde para llamar la atención del auditorio. Gracias por venir a esta nueva asamblea. Hace una semana, recibimos una denuncia del Sr. Fernández, aquí presente, para cerrar la discoteca municipal. Tras recibir la denuncia, después de tirarla a la basura, contactamos con el denunciante para que nos explicara sus motivos. El aceptó, por eso está aquí, le cedo la palabra al Sr. Fernández. Finalizó, mientras le daba el micrófono al compositor.
  •    Buenas tardes. Dijo el Sr. Fernández con un tono de enfado bastante notable. He venido aquí para decir que lo que están haciendo es inadmisible. Os doy un plazo de 10 días para cerrar la discoteca o pasaréis a disposición de un juez. Sentenció.
La discoteca municipal era un lugar donde se disponía de todos los discos y cualquier ciudadano podía escucharlos completamente gratis. La única regla era no cantar en alto. El lema de la discoteca era: “La música es cultura, divulguémosla”.
Tras las palabras de Manuel, el público estalló en una batalla de insultos hacia el invitado. El público guardó silencio cuando Francisco, el alcalde, cedió la palabra a un ciudadano.

  •    Buenas tardes. Dijo el ciudadano con un poco de nervios. Soy vecino del pueblo desde hace 10 años. Cuando vine aquí lo primero que me sorprendió fue el ver el acceso a la cultura que se tenía aquí. Era increíble. Yo vivía en una gran ciudad, mis conocimientos se ceñían a lo poco que tenía que saber para trabajar, pero aquí, gracias al acceso a la cultura que ofrece nuestro ayuntamiento, mis conocimientos se han ampliado bastante. Gracias a la música que escuché en la discoteca municipal, escribí una poesía para mi mujer y gracias a eso, ahora vivo con ella. Mi jornal no es muy alto, por lo que no podría comprar esos discos, y si no hubiera escuchado esos discos, no sabría expresarme. Finalizó.
  •   ¿Y de qué vivo yo? Preguntó Manuel. Es muy fácil criticar a los músicos de que queremos ganar dinero, pero después soy yo quien va a África a cuidar a los niños con sida, que sois unos cagones.
  •   Burgués, Burgués, Burgués. A la hoguera con el Burgués. Se oía entre el público asistente a la asamblea. Cuando cobres lo mismo que yo te vas a enterar de lo que es una vida dura. Dijo una voz al fondo del auditorio.
  •  Me da igual lo que opinéis, yo sólo vengo a avisaros. Dijo Manuel con un tono amenazante. Cuando llegue la nueva ley, os vais a enterar, al fin de al cabo sois unos pueblerinos. Finalizó, mientras se iba del auditorio, mientras el público le tiraba infinidad de cosas.
  •   ¿De qué ley habla? ¿Alguien lo sabe? Era lo que más se preguntaba en el auditorio.
  •  Yo lo se… Dijo una voz desconocida. Lo descubrí cuando estuve fuera. Era Marina.
Entonces, Marina empezó a contar su historia, lo que vivió desde que salió del pueblo. Explicó que fuera del pueblo, había muchísimas cosas que ella no se podía explicar.

  •  Veréis, vengo de la capital de nuestro país, como ya sabéis, de mirar residencias. Una cosa os voy a contar: No voy a volver a salir más del pueblo… dijo mientras soltaba el aliento. Cuando salí del pueblo vi un cartel que ponía: “Partido Patético. Si nos votas te daremos doscientos euros”. Comentó Marina. Lo que más me extrañó no fue eso, fue que justo en frente había otro que decía: “Partido Socialista de Adinerados. Vótanos y te damos doscientos un euros”. Finalizó Marina por culpa del alboroto dentro del auditorio.
El alboroto estaba causado por la ignorancia de la gente sobre temas políticos. El alcalde gobierna el pueblo desde hace más de cuarenta años. La principal causa de este fenómeno es que los partidos políticos que han intentado irrumpir en la normalidad política del pueblo simplemente, fracasaron. Francisco siempre ha sido un alcalde que se acerca al pueblo, habla con todo el mundo de forma coloquial y viste normal. Las personas que intentaron derogarle, venían vestidos con su traje de chaqueta, marca Rodolfo del Acero, no hablaban con las personas que ellos categorizaban como “indignos”. Se fueron después de las votaciones municipales, muertos de vergüenza, ya que solo recibieron un único voto cada uno, el suyo mismo.



  •   ¡Silencio! Gritó el alcalde, llamando a la calma.
  •   Bueno, sigo. Cuando llegué a la capital, lo primero que hice fue comprar el periódico. prosiguió Marina. Encontré un artículo bastante interesante, sobre una ley, algo así como la ley conde. Comentaba que se estaba exagerando sobre esta ley. Más que nada era una llamada a la calma, por algo que en ese momento no alcanzaba a entender…
Siguió contando la historia sobre esta ley que acababa de conocer. Estuvo hablando durante cerca de cuarenta minutos sobre un tema que se podía resumir en un “Pregunté en todos los sitios que pude”.

  •       ...y una vez que pregunté en todos esos sitios, no encontré a nadie que estuviera de acuerdo con dicha ley. Finalizó Marina.

Ahí es cuando se caía el auditorio, no literalmente por supuesto. La gente gritaba y gritaba, todos estaban de acuerdo, no creían las palabras de Marina. En el pueblo era impensable una ley como esta.

  •  Y, ¿En qué consiste esta “supuesta” ley? Preguntó una persona del público.
  • Según vi en las noticias, la ley se basaba en que un grupo de la industria cultural decide qué y no es ilegal, cerrando páginas webs a su antojo. Respondió Marina con firmeza.
  • Ese grupo del que hablas serán los jueces, ¿No? Preguntó Francisco.
  • No, un grupo elegido a dedo por la industria de la cultura. Respondió Marina.
La reacción de Francisco fue bastante extraña, ya que cuando Marina le respondió, se fue rápidamente del auditorio. Ahora estaba Marina, sola, en frente de diez mil personas que no creían su palabra.

  •   Según dice en la constitución en el artículo ciento setenta, los poderes Legislativos, Ejecutivos y Judicial estarán separados, por lo que es imposible que unas personas nombradas por el poder Legislativo pudiera o pudiese ejercer como Juez. Dedujo el abogado del pueblo, Fernando.
  •    Sí, nos quieren convertir en un país censurado, sin posibilidad de quejarnos. Dijo Marina.
En ese momento regresó el alcalde, con cinco periódicos en la mano y un dispositivo móvil con conexión a Internet. Venía con una cara de sorpresa.

  •   Siento mi salida tan inesperada. se disculpó Francisco, pero lo que ha dicho Marina me ha hecho recordar una cosa que vi hace tiempo en Internet, es sobre una entrega de premios que hubo el otro día en la capital. Al parecer, la que está promoviendo esta ley, la Sra. Conde, antes de entrar en el palacio donde se celebraba la entrega de premios, en los cincuenta metros desde donde le deja el coche hasta la entrada, esa parte se cambió el sonido por el de dentro del palacio, no sabía por qué. Lo busqué en la prensa y tampoco decía nada. Encontré la respuesta en Internet. Miles de Españoles protestando en la puerta. Finalizó el Alcalde.
  •  Eso es, ¡eso es lo que yo vi! Confirmó Marina.
Las alarmas saltaron en el auditorio. No literalmente por supuesto, si no las alarmas de los ciudadanos que creían en la democracia. La pregunta que más se repetía en la sala era que, qué más podría haber ahí fuera, qué más le estaban ocultando. El pueblo ya no sabía que creer, estaban todos expectantes. La gente que se tenía que ir porque tenían alguna cita decidió quedarse a esperar los acontecimientos. Era el turno de las respuestas.

  •   ¿Cómo funciona la política fuera de nuestro humilde pueblo? Preguntó un allegado al alcalde.
  •      Cada cuatro años, se celebran votaciones generales… Empezó a comentar el Alcalde.
El alcalde explicó la, supuesta, funcionalidad de la democracia española. Obviamente, no era igual que en el pueblo, ya que Francisco era la única persona que se presentaba. Solo en algunas ocasiones puntuales, solo cuando se presentan otros candidatos, es cuando se hacen votaciones generales. Además en el pueblo, la forma de gobierno difería bastante a la española, en resumen, el pueblo no sabía cómo funcionaba el país. El alcalde estaba explicando la forma de gobierno como si él hubiera redactado esa forma, no sé si porque lo había estudiado a conciencia o porque lo estaba leyendo en el libro gordo de petete. En cualquier caso, daba gloria oírle.

  •        … en definitiva, esto es en resumen, la forma de gobierno de nuestro país. Finalizó Francisco.
  •           Esa es la parte teórica, la práctica es muy diferente. Dijo Marina. Imagínate si es diferente, que la ley de la que estamos hablando es una ley apoya la censura, cerrando webs sin que un juez intervenga en la decisión de la clausura de la web. Creo que eso difiere bastante a lo que nos has explicado, ¿No crees? Finalizó.
  •   Bueno, parece ser que hay un partido corrupto. Seguramente el partido mayoritario habrá votado a favor y haya entrado la ley por un solo voto. Dijo el Alcalde mientras conectaba su dispositivo móvil al proyector del auditorio.
La idea del Alcalde era simple, conectar el dispositivo y ver las ediciones digitales de los periódicos, para que todo el auditorio pudiera leerlo. Entró en el periódico más famoso del país, y buscó en la hemeroteca la noticia de la aprobación de dicha ley. La encontró, y le sorprendió el titular: “Los autores ganan la batalla: Se aprueba la ley Conde”. El auditorio empezó a leer y al rato, empezó a protestar. El periódico decía que la ley se aprobó por una mayoría abrumadora. Ni más ni menos que cuatrocientos votos a favor, de los tres mayores partidos políticos, mientras que los partidos minoritarios, todos y cada uno de ellos, votaron en contra, pero claro, son solo doce representaciones en el congreso, que a pesar de haber protestado por activa y por pasiva en el turno de debate, todos ignoraron a los diputados minoristas, y por supuesto la televisión no fue menos. La reacción del público fue la misma de siempre. Lo peor fue al leer las declaraciones de los autores, diciendo algunas perlas, siempre defendiendo su forma de ganar dinero con una obra.

  •   ¡Hijos de…! ¡La cultura es libre! ¡A la hoguera! Eran las protestas más escuchadas entre el público.
  •    Tranquilos, hay que respetar que quieran vivir de una canción que hayan compuesto hace años y años y años. Dijo el alcalde con un tono irónico, del que todo el mundo se dio cuenta. Hay que comprender que ellos tienen yates, mansiones, deportivos y un largo etcétera y por supuesto no quieran empeorar su bajo nivel de vida.
  • El problema aquí no es que unos hipócritas llamados cantantes estén quejándose. El problema es que se ha aprobado esa ley a espalda al pueblo, y que los partidos más votados han ignorado completamente a sus votantes, mientras que los minoritarios han sido los que han defendido a todos los votantes, a pesar de no tener la confianza de todos ellos. Gritó Marina.
  •   Discúlpenme. Dijo Fernando. Quisiera intervenir un momentito. Hace aproximadamente un año se aprobó una ley que dificultaba, y mucho, que los partidos minoritarios llegaran al poder. Esta ley fue aprobada a espaldas del pueblo, como casi todas, y no ha tenido repercusión. Esta ley la apoyaron solo los dos partidos mayoritarios.
  •   Claro, ahora lo entiendo todo Dijo Francisco. Ahora si lo entiendo. Los partidos políticos siempre están peleados porque claro, quieren votos por encima de todo. Siempre están diciendo que hará lo contrario de lo que el otro partido dice, pero a la hora de la verdad, siempre votan lo mismo… Qué vergüenza de oposición.
Ahora ya no se oía nada en el auditorio. Estaba completamente en silencio. El pueblo estaba bastante triste, creían en la democracia y les habían mostrado que todo aquello en lo que creían, era incierto, era fruto de un engaño de unos pocos para mantener el poder. De repente se levantó el responsable de la fábrica de alcachofas del pueblo, que había ido a una reunión en Islandia.

  •   Buenas a todos. Como bien sabéis, ayer regresé de mi reunión. Bien, allí cuando vieron que yo era de España, me comentaron una resolución judicial que se basaba en el simple hecho de encarcelar a los banqueros, por haber introducido al país la crisis que sufren. Lo que aun no comprendo es la razón de que se rieran en nuestra cara.
  •   Como ya sabéis, España está en un estado de “Desaceleración económica”, como dice nuestro señor presidente. Dijo el economista del pueblo, Rodolfo. Lo que es poco comprensible es que a pesar de la crisis, los bancos españoles han reportado miles de millones de beneficio. ¿Por qué os cuento esto? Porque los principales partidos españoles decidieron subvencionar a los banqueros, en vez de encarcelarlos, como en otros países.
El público empezó a animarse y participó en el debate.

  •   Yo es que no entiendo la crisis. Si el país necesita dinero, ¿No sería bueno subir los impuestos? Preguntó un ciudadano.
  •    Así es. Ya lo han puesto es práctica. El IVA subió a un dieciocho, mientras que el SICAV se quedó en un uno por ciento. Aclaró Rodolfo.
  •   ¿Qué es eso del SICAV? Preguntó el mismo ciudadano.
  •   Son los impuestos que pagan los ricos. Respondió Rodolfo. Ha llegado a tanto el chollo que incluso se usa este país como paraíso fiscal. Cada vez hay más y más empresas blanqueando dinero en España.
Los ciudadanos comprendieron que ya no solo la democracia estaba mal en este país, sino también la economía. Por desgracia, el dinero importa mucho en la sociedad, y por ello, el debate siguió en esta línea.



  •  ¿Y cómo gana dinero el estado? Preguntó otro ciudadano.
  •    Bueno, esa pregunta te la respondo yo. Dijo Marina. Una de las cosas que vi en Madrid fue esa. Resulta que al comprar cualquier dispositivo donde puedas guardar algo, tienes que pagar un impuesto por él. Lo que me impactó fue que la Unión Europea lo declaró ilegal…
  •  Discúlpenme de nuevo. Dijo Fernando. He estado calculando la nueva reforma de las pensiones y bueno, he descubierto que como el sesenta por ciento de los jóvenes están en paro, no podrán cotizar para jubilarse a los sesenta y cinco, por lo que así se ahorran más dinero.
  •   Bueno, vamos a acabar aquí la reunión porque nos estamos distanciando del tema principal de la reunión. Espero que os haya ayudado a comprender las cosas mejor. Muchas gracias por venir y os espero en la próxima reunión.
Y bueno, aquí acabó la reunión. El pueblo comprendió la mentira de la política actual en nuestro país. ¿Cambiar la política? Es casi imposible. En la salida del auditorio se preguntaban la razón de que nadie protestara en contra de estas cosas. ¿Por qué nadie lo remedia? La respuesta es muy sencilla. Esto no se remedia porque gente, como usted señor lector, está tranquilo en su sofá leyendo textos como este en vez de estar en la calle, protestando en contra de este régimen que podríamos considerar “semi-autoritario”, semi-autoritario porque parece que el pueblo tiene el poder, pero en realidad, a la hora de la verdad, en la toma de decisiones, el pueblo es la última cosa en que se piensa.